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A mi Entender

El segundo entierro de Carolina Rodríguez, "La Patriota"

Por Antonio Florit y Narciso Fernández

Santa Clara siente orgullo de contar entre sus hijas con una de las mujeres más queridas por José Martí, después de su madre: Carolina Rodríguez Suárez, La Patriota, a quien nuestro Apóstol bautizó como El Alma de Cuba.

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Óleo de Enrique Toledo

No fueron pocas las cartas y telegramas de agradecimiento y amor del Héroe Nacional por aquella viejecita que salía cada mañana a trabajar bajo el crudo invierno norteamericano, para después donar todo su salario, o casi todo, a la independencia de Cuba.
Carolina Rodríguez nació en esta villa, el 20 de noviembre de 1825, en una calle detrás del Parque del Carmen, y sus padres fueron Félix Valois y Ana Francisca. Conspiró durante la Guerra de los Diez Años y sufrió destierro en Isla de Pinos. Después de la Guerra Chiquita, fue deportada a los Estados Unidos, y desde allí continuó su lucha por la independencia de la Patria, y llegó a convertirse en un puntal de la emigración cubana en Tampa, donde se ganó el sobrenombre de La Patriota.
Enferma y con la pérdida casi total de la visión, regresó a su ciudad natal a inicios de enero de 1899 para fallecer en la mayor pobreza el 2 de junio del propio año. En su honor, el Ayuntamiento dispuso el 10 de junio de 1899 ponerle su nombre a la calle donde nació y murió.
Años después, por acuerdo del propio Ayuntamiento, adoptado el 4 de octubre de 1939, y del Centro de Veteranos y Patriotas de Santa Clara, sus restos mortales fueron exhumados y expuestos en capilla ardiente la noche del 26 de enero de 1940.

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Una esquela mortuoria llamaba a los santaclareños a acompañar los restos de la excelsa patriota desde el Centro de Veteranos, entonces sito en la calle Cuba no. 115, esquina a Carretera Central, hasta el cementerio local. En la mañana del 27 —víspera del natalicio 87 del Apóstol José Martí—, los restos mortales de la Patriota fueron depositados en el Panteón de Veteranos, donde reposan actualmente.

Fue el agradecimiento de la ciudad a aquella mujer de temple y corazón a quien Martí, con justeza, le escribiera: «Carolina muy querida. Este ingrato […], este servidor de su país, que habla de usted todos los días, y la quiere como hijo y amor en su corazón, estará en Tampa mañana. Le  abraza. Su José Martí.»
A 112 años de su fallecimiento, todavía el pueblo de Santa Clara sigue en deuda con La Patriota y poco, o nada, se hace por saldarla. Hoy muy contadas personas la recuerdan y las nuevas generaciones ni tan siquiera han oído hablar de su existencia. Vale entonces el esfuerzo que por rescatar su figura hace el Club Martiano Carolina Rodríguez, compuesto por maestros y profesores jubilados, los que luchan por enaltecer su olvidada memoria.

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