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A mi Entender

"El Nuevo Herald "y gobierno de EEUU contra Michael Moorey sistema de salud cubano

 

José Manzaneda

El documental “Sicko” deja malparado al sistema de salud de EEUU frente al de otros países, entre ellos Cuba. En el año 2006, mientras su director Michael Moore filmaba una de sus secuencias en La Habana, es decir, mucho antes de su estreno, la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba ya había decidido organizar su campaña de propaganda contra la película. Un cable del 5 de junio de ese año, desvelado por Wikileaks y publicado en el periódico londinense The Guardian, revela que la citada oficina diplomática decidió entonces recoger historias de mala praxis médica en hospitales de Cuba, con el fin de desacreditar tanto al cineasta Michael Moore como al gobierno cubano. En el cable, se afirma textualmente: “Buscamos siempre historias y otras noticias que puedan destruir el mito de la superioridad médica cubana, que se ha convertido en uno de los puntos fuertes de ese país”. 

Desde entonces, grandes medios –especialmente de Miami- han participado de manera activa en esta estrategia de desprestigio, publicando noticias y reportajes sobre las carencias y deficiencias –reales o inventadas- del sistema sanitario cubano. Un ejemplo es el reportaje publicado el 29 de diciembre de 2010 en el diario El Nuevo Herald bajo el titulo “Cables revelan dramático estado de hospitales en Cuba”. 

El título ya muestra una de las habituales trampas entorno a los “cables de Wikileaks”: el medio hace creer que estos cables “revelan” de manera objetiva realidades ocultas de ciertos países, cuando en verdad son meras opiniones, versiones de la realidad escritas por diplomáticos de EEUU. 

De hecho, todo el reportaje de El Nuevo Herald es la recreación de los contenidos de otro cable de la oficina diplomática estadounidense en La Habana, fechado el 31 de enero de 2008. Este cable es la prueba de cómo se llevó cabo la citada estrategia de búsqueda de malas prácticas sanitarias en Cuba: a una supuesta enfermera estadounidense -a la que no se identifica- se le asignó la misión de recorrer hospitales y recoger información. El informe de sus visitas, un conjunto de anécdotas titulado “La medicina cubana: aquí nada es fácil”, dibuja un cuadro tétrico de centros sanitarios sin apenas bombillos ni aire acondicionado, donde niños con cáncer deben permanecer solos y sin juguetes, y en los que los conserjes huelen a alcohol. Hospitales que recuerdan a “alguno de los países más pobres del mundo'', en palabras de la citada enfermera informante, e incluso "a los más pobres que (...) había visto en África”, según la versión de otra ciudadana estadounidense a la que tampoco se identifica. 

El representante de UNICEF en Cuba decía en agosto de 2010 algo bien distinto: “Es indudable que los `hospitales amigos de los niños´ en Cuba tienen los estándares más altos del mundo. Todos los hospitales en Cuba han obtenido esa titulación, es decir, cubren el estándar mínimo”. Esperemos que este funcionario de UNICEF no sea, como Michael Moore, víctima de la próxima campaña de desprestigio por parte de gobierno y prensa de EEUU. 

Un detalle curioso revela la estrecha sintonía entre el reportaje de El Nuevo Herald y la estrategia de desprestigio diseñada por la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana: en el texto, el periodista menciona -sin venir a cuento- el documental de Michael Moore. Es cuando relata la visita de la “enfermera sin nombre” al conocido Hospital Hermanos Ameijeiras. El Nuevo Herald recuerda entonces que este hospital “fue presentado en el documental Sicko, de Michael Moore”. 

Pero volvamos al cable de 2006 en el que se hablaba de llevar a cabo acciones para destruir “el mito de la superioridad médica cubana” y, a su vez, la credibilidad del documental de Michael Moore. En él, la oficina diplomática norteamericana afirmaba –increíblemente- que la citada película “Sicko” había sido prohibida en Cuba. El motivo: evitar una airada reacción del pueblo cubano al ver imágenes de relucientes hospitales a los que solo pueden entrar –según el cable- extranjeros y dirigentes. Michael Moore, indignado, desmintió esto al día siguiente en una carta publicada en el periódico inglés The Guardian, y aportó las pruebas de que su documental se había proyectado en los cines y en la televisión de Cuba en horario de máxima audiencia. De todo esto, por supuesto, El Nuevo Herald no ha publicado ni media palabra. 

Pero lo más lamentable y cínico del reportaje del diario de Miami es su intento por negar el impacto del bloqueo de EEUU sobre el sistema de salud cubano. Mientras reproduce los lamentos de la supuesta enfermera enviada por su gobierno acerca de "pacientes de cáncer (que) no (...) pueden encontrar (...) medicinas”, el periodista Juan O. Tamayo llega a afirmar que “las ventas de material médico de Estados Unidos a Cuba son legales”. Esto es una mentira absoluta: las empresas estadounidenses tienen prohibido por ley vender productos a Cuba, y se enfrentan –si lo hacen- a multas millonarias y a penas de prisión para sus directivos. Solo si el Departamento del Tesoro otorga una licencia especial –que poseen, casi en exclusividad, algunas empresas de alimentos- se puede convertir en legal dicha venta. Para edulcorar su embuste, el diario de Miami nos explica que este “proceso (de compra de medicamentos) puede ser engorroso y La Habana suele encontrar algunas veces mejores precios en otros lugares”. Segunda mentira absoluta: Cuba debe adquirir los medicamentos que no produce en la Isla en terceros países a precios muy superiores a los que obtendría en EEUU, lo que implica gastos millonarios a la economía del país. 

Apenas una semana después del reportaje de El Nuevo Herald, una noticia caía como un jarro de agua fría sobre los intentos del gobierno de EEUU y de su prensa de Miami por desprestigiar el sistema cubano de salud: Cuba ha concluido 2010 con la menor tasa de mortalidad infantil de toda América, incluidos los Estados Unidos y Canadá: 4,5 por cada mil nacidos vivos. Un dato demasiado contundente frente a cualquier campaña de desprestigio. 

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